Unas manitas – Alba Miranda


Considero que mis manos no son grandes, son pequeñas, rayadas y ásperas. A los dedos no entraré, porque su tamaño varía dependiendo del humor de la creatinina C reactiva.

El niño que está en la edad en la que nos queremos comer su cachetes, miró hacia arriba, buscó a su mamá, pensó y se volteó hacia mí, luego levantó sus brazos acolchonados por la chamarra que ocasiona esos hilos de sudor debajo de la nuca, que horas después serían marcados por el polvo del parque como un infalible signo de ¡una vez más!

Horas después, volvimos a agarrarnos las manos, una mezcla de sudor, polvo y gel antibacterial con brillitos.

¡Ya, vámonos! —gritó su mamá.

Un beso tronado para que no se olvide su tía más alta que sus otras tías y con un parque a pocos pasos.

Se cerró la puerta y así como encendían el auto, yo me cubría con una colchita y me apagaba lentamente con una sonrisa, pensando que en unos meses serán dos sobris y que sería bueno regresar a pilates.


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